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Estrategias discursivas contra académicos

Los historiadores de la filosofía tienen mucho que aprender de los literatos
abril 16, 2021

Estrategias discursivas

 El sentido común a veces se comporta como un enemigo resistente al saber. Y cuando el discurso llega desde el estrado, con énfasis categórico y reforzado por todo un sistema de relaciones de poder, ello puede derivar en el efecto opuesto al buscado, a saber: dificultades de comunicación.

Entonces puede ser conveniente apelar a determinadas estrategias discursivas. Una, que podemos denominar “la esfinge”, consiste en desplegar los planteamientos en forma de “cuestiones”, lo cual apunta a despertar el “instinto de resolución” en el auditorio. La atención tiende a focalizarse, y los problemas planteados lo son para todos, incluido el que discursa. La reflexión como una búsqueda en común, tan cara a los griegos, puede abrir aquí una brecha en la “muralla mental” que separa al que discursa del auditorio. Otra, que podemos denominar “caballo de Troya”, consiste en romper con las expectativas del auditorio. En efecto, los escuchas están predispuestos a un discurso frontal del cual tienen más o menos una noción “formal” predeterminada. Y en esa dirección realizan inicialmente la “oposición”, dejando descuidadas ciertas “vías laterales”. Ya el sólo hecho de despojarse del “disfraz” de auctoritas, tan característico de ciertas formas de enseñanza “escolástica” y academicista, posibilita una “apertura” lateral, favorable en el auditorio.

En cualquier caso, el discurso frontal puede penetrar en el “territorio enemigo” todo lo profundo que se lo permita el hecho de que la cualidad de “poder” emane de la de “saber”, y no a la inversa. Esta última estrategia, que aparentemente consiste en no tener necesidad de apelar a estrategia alguna, y que podríamos denominar “salomónica”, resultaría ideal para una Academia igualmente ideal. Lo “real” aquí es que todo discurso presupone un agon -propio y de parte del que lo recibe-, por lo que resurge la necesidad de un saber estratégico al respecto. Y ello si el discursante no quiere representar el rol del “sacrificado” frente al auditorio “fariseo” que pretende salvar de la ignorancia.

Un vínculo soterrado

Los historiadores de la filosofía (y que nadie se asombre, algunos especímenes quedan, bien resguardados tras los muros académicos, aun ufanos con sus relatos continuistas y causales, realizando recorridos panorámicos desde Tales de Mileto hasta Jacques Derrida que constituyen verdaderas experiencias del tiempo homogéneo y compacto) tienen mucho que aprender de los literatos.

Habría que construir (recuperar) un túnel que enlace las Facultades de Filosofía y de Letras (soterrado y secreto), hasta que el tiempo recupere la circularidad, y entonces la anarquía pueda salir a la superficie y dejar de serlo.

Los lectores-escuchas de sus manuales-discursos quedan atiborrados de imágenes preconcebidas (“tendencias”, “corrientes de pensamiento”, “escuelas”, “huellas”, “períodos”, “problemáticas”, etc.) que limitan considerablemente la posibilidad de ser “activos”.

Estas imágenes, naturalmente, son muy convenientes a los efectos de las necesidades de orden expositivo y reproductivo (reiterada confusión de la necesaria “formación” con el pernicioso “adoctrinamiento”). Luego demandan capacidad de “pensamiento crítico”, y el círculo vicioso queda sellado. Estos expositores recrean el mito de Narciso en versión pedagógica. Leer Pierre Menard, autor del quijote, o Kafka y sus precursores, ambos ensayos de Jorge Luis Borges, puede constituir entonces toda una revelación salvadora.

Una vez desmitificada la concepción de la influencia causal y lineal, podemos recorrer el Gran Libro Filosófico sin sacrificar la respiración, abriéndolo en cualquier página, leyéndolo a la inversa (como el Corán) desde Derrida hasta Tales, “deconstruyendo” las huellas mentales preconcebidas.  Habría que construir (recuperar) un túnel que enlace las Facultades de Filosofía y de Letras (soterrado y secreto), hasta que el tiempo recupere la circularidad, y entonces la anarquía pueda salir a la superficie y dejar de serlo.

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