viaje y vista desde la distancia
Escritura automática sobre los cubanos de acullá de Ricardo Acostarana

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Todo depende de hacia dónde aguces el oído. Los más cercanos a mí se callan por unos segundos. Son unos tembas: tres mujeres y dos hombres. Deben tener más de cincuenta años cada uno. Ahora hablan de otros amigos que no tuvieron tanta suerte como ellos y siguen en la podredumbre de esta Isla.

Uno de ellos enseña fotos en su móvil de amigos en común que viven en Orlando, La Yuma (lo observo con el rabillo del ojo). ¿Les digo algo? Llevo cerca de dos horas sentado aquí con mi 7 años y de lo único que han hablado es de la vida que se vive cuando eres un emigrado que vive un ratico aquí y otro allá. Son unos comepingas, se les nota en cada superproducción de bazofia. Están en lo cierto, pero el tono es lo que no resisto, la inflación del ego. Debe ser porque nunca he viajado, ¿será?

Una de las tembas, la que fuma tabaco y parece ser la «amiga central», porque toda la bazofia gira en torno a ella, dice que es amiga de Alexis Valdés, uno de los chouman más famosos del exilio (esa palabra la han usado ellos) que hace muchos años fueron pareja. «Alexito siempre ha sido muy cómico, pero una tragedia en la cama, añade» ¿Por qué todas las tembas que rozan los cincuenta años, emigradas principalmente a la Península Ibérica o La Florida, fumarán puros en lugares «chic» de La Habana?

Otra «señora», una trigueña teñida de rubio –aparentemente-, portento físico de seguro con veinte años y ahora un portento, solo un portento, habla del disco de Pancho Céspedes, el último. Tan sutil, tan melódico, tan romántico. Tan cara la entrada para su estreno mundial, pero una vez en la vida, es una vez en la vida.

La del tabaco propone que se reúnan todos el próximo verano en Portugal, donde vive hace dos temporadas. No sé qué coño significa dos temporadas para ella, es como cuando los viejos guajiros hablan de distancia en «cordeles». A lo mejor y tuvo en sus años mozos un afeir con algún futbolista de la selección nacional, o de la sexta división de Haití.

Cuando llega un español al grupo, uno de los hombres especifica que ahora vive en Vigo. Aclara que es de aquí, pero vive allá, justo «allá arriba», cerca del hotel donde se queda el Real Madrid cuando juega de visitante. Este hombre viste de negro, es mulato y de dientes grandes. Se para firme, un tin inclinado hacia delante, con las manos en los bolsillos. Ahora está callado. No ríe con los demás.

La señora del tabaco, con el mocho entre los labios, le pregunta al español en forma de jarana que si no sabe cuántos Elegguás hay en los aviones donde viajan cubanos. Que si pesaran los aviones nada más con los Elegguás que llevan los cubanos, no saldría o entrara ninguno por exceso de equipaje. El español sonríe y solo dice «madre mía, ¡es que flipo, tía!, ustedes son de puta madre».

El hombre de Vigo dice que a él le hubiera gustado ser piloto. La tercera mujer le dice al español que este país es el laboratorio del mundo y se da un trago de su Gin Tonic.

Giro mis oídos hacia otro lado. La gente de lo único que habla es de viajar, de aeropuertos, de democracia, del mañana, de que las personas tauro son las peores para vivir con ellas, de que en Cuba debería estar prohibido templar en julio y agosto, de que hay que salir de aquí…buah.

Le zumba el mango, el hombre de Vigo habla con un acento español que da pena, buen ceceo, pero denigrante. Ninguno de ellos quiere acordarse del país en el que vivieron.

Estos personajes son los peores, los que viven en Miami o en el otro primer mundo y vienen diez días de vacaciones a los mismos lugares en los que mataperreaban antes de ser cubanos «mal nacidos» (no lo dije yo, lo dijo Quién tú sabes, en un tuit). Los emigrados del pan con bistec, como diría un amigo.

¡Qué suerte, ya se van!

Esta noche salgo borracho de aquí.

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