De viajes y estancias

Fragmentos de filosofía itinerante
noviembre 14, 2020

Foto por Vladimir Malyavko

La ciudad-pensamiento representa el paradigma del modo de construir de la mente occidental. Esto no elimina los destellos de mística; aquellos que deciden alojarse en los sótanos o  excavar persiguiendo los cimientos –pero esto es más bien un anhelo de «lo afuera» desde dentro.

La mente occidental misma ha seguido a veces la dirección hacia abajo, pero casi siempre para levantarse con fuerza constructiva redoblada. El desierto condiciona con fuerza de desprendimiento; aquí ya no hay siquiera cimientos, por lo tanto es posible incluso hacer dejación de la cuestión misma de qué dirección tomar. El «quietismo» se impone por sí mismo. El reloj de arena es la imagen más cercana a la eternidad; el paisaje desértico el más cercano a lo inextenso.

Ambos paradigmas manifiestan el contraste in extremis de los modos constructivos y destructivos de las operaciones del espíritu. El bosque, en cambio, constituye un ámbito de relativa conciliación, es decir, el espacio de la «relación» de los modos anteriores. El Árbol arquetípico revela la estructura profunda de la arquitectónica de la ciudad-pensamiento. Raíces cómo fundamentos; el tronco que se levanta como la columna que al mismo tiempo sostiene y erige; las ramas en cuanto imagen de las ulteriores múltiples influencias. Y cada hoja, que bien vista, contiene el todo: esa peculiaridad que tienen los sistemas de reproducirse hacia dentro. Pero el Río arquetípico fluye hacia el Océano Inconmensurable. Los ojos de agua adelantan, en su aquietamiento que refleja el cielo, el telos oceánico. Los senderos del bosque, que serpentean laberínticos entre los múltiples árboles –atrapados en el principium individuationis-, cómo sinuosas cadenas razonativas, desembocan ocasionalmente en claros del bosque que constituyen una brusca revelación de «lo abierto» – a veces, en este mismo sentido, ascienden hasta la cima de una montaña-.

Lo místico-destructivo se conjuga en el bosque con lo racional-constructivo, por lo que el viajero explorador tiene la posibilidad de elegir: asentarse y construir una cabaña a la orilla del río, o fabricar una balsa y seguir su corriente hacia el mar.

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