Hannah Arendt: de la reflexión a la acción política

noviembre 11, 2020

Para el lector, el académico, el filósofo o politólogo, que se enfrenta a un área tan abrupta como la Ciencia Política de la segunda mitad del siglo XX, constituye un asidero obligatorio la reflexión teórica de Hannah Arendt, aun cuando la Política como disciplina, se ha visto históricamente revalidada por la persistencia y legitimación del patriarcado. En un contexto bien delimitado por el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y la polarización estratégica de los hemisferios producto de la Guerra fría, el enfoque del que Arendt, responde a una lectura minuciosa del marxismo como corriente política y al pronóstico de su misión como una ideología que garantizaría la libertad humana desde la fusión coherente del pensamiento y los hechos.

De esta manera, rastreando la evolución de la actividad teórica de Arendt, se tiene que existe una constante preocupación por el fenómeno de la acción política, el cual ocupa un lugar prominente en sus análisis: «(…) no se trata de investigar la naturaleza humana sino las actividades humanas en términos de la experiencia de éstas, en términos de nuestros más recientes temores y experiencias (…) se trata de rastrear las huellas de los conceptos políticos, hasta llegar a las experiencias concretas y en general también políticas que les dieron vida»[1].

Esta aseveración denota una perspicaz conceptualización que inicia con la definición de política, entendida esta por Arendt como la puesta en escena del juego de la pluralidad de los hombres en el sentido de una forma de organización particular: «allí donde los hombres conviven, en un sentido histórico–civilizatorio, hay y ha habido siempre política»[2]. El despliegue de este concepto lleva a Arendt, a lo más subrepticio de su teorización: el problema de la conciliación entre política y libertad.

El resultado inmediato de este intento de conciliación es el cambio de sentido que se ha producido a lo largo de la historia, acerca del fin práctico de la política como la obtención de la libertad. Arendt subraya que las condiciones modernas si bien se distancian en tiempo del punto de vista clásico griego, también lo hacen en el enfoque práctico de sus teorías: la política ha detonado en el siglo XX como el mecanismo eficaz de la desgracia.

Lucha de contrarios: Libertad y totalitarismo

Para explicar el mundo moderno, desde las experiencias políticas como su representación más concreta, Arendt apela a dos términos muy de moda en su tiempo: libertad y totalitarismo.

La libertad se entiende como aquella experiencia limítrofe con la implementación de la política; el totalitarismo por su parte se alzaba como la nueva amenaza en boga para la humanidad.

Aunque pudiera considerarse una paradoja, Arendt explicita que la libertad como fenómeno, como principio y como concepto, permanece inamovible, solo que en circunstancias específicas logra su retoño representativo bajo el manto de las revoluciones, los movimientos de liberación y todo acto humano que consigne un cambio, aunque tradicionalmente asista a períodos relativamente cortos en la historia de la humanidad: «(…)de este modo, y a pesar de la complejidad de la cuestión que indican las diversas tentativas arendtianas de dar cuenta de la dimensión humana de la acción, cabe afirmar que la libertad es entendida, por esta pensadora, como característica de la existencia humana en el mundo»[3].

Por otra parte, el totalitarismo es presentado por Arendt como el agente catalizador que en la época moderna tramitó la consumación universal en instancias previas y posteriores a la derrota del fascismo. Su fundamento o justificación está cimentado en el juego político como descendiente directo de un conflicto racial o como derivado de una modificación de las estructuras de la sociedad. En el caso particular de la investigación de Arendt, surgen la cuestión judía y el antisemitismo, como dos de las herramientas para dilucidar el artificio político de la burguesía, empleado como justificación del caos. En el entramado de estos acontecimientos, el totalitarismo como fenómeno desde su peculiar condición de contar con el apoyo de las masas, se introduce en el tiempo para dar paso a gobiernos totalitarios en Rusia (1929), y en Alemania, en 1933, los cuáles constituyen el núcleo de su reflexión. He aquí otro asunto que Arendt atribuye a la docta ignorancia, a saber, el establecimiento de una autoridad que presume ser en beneficio social, pero que resulta en un mecanismo de opresión enmascarado. Bien sabido es que esta cuestión resulta en la historia de nunca acabar ajustada a un nuevo espacio temporal. Sin embargo, el elemento de peso que Arendt reconoce como decisivo, se encuentra en advertir la diferencia sustancial entre el gobierno totalitario y las dictaduras o tiranías.

El trabajo de Arendt que acota los temas de la libertad y el totalitarismo no supone un recuento de las circunstancias de 1939 y su dilatación hasta 1945, todo lo contrario. Arendt se ocupa y propone «examinar los acontecimientos contemporáneos con la mirada retrospectiva del historiador y el celo analítico del estudioso de la Ciencia Política»[4], recopilado en tres apartados fundamentales: Antisemitismo, Imperialismo y Totalitarismo.

Los orígenes del totalitarismo (1951) como obra emblemática del acervo teórico de Arendt, supone un estudio con un argumento que no se deja agotar, en efecto: se trata de una teoría que, aunque esbozada de forma sintética, alcanza agudos niveles de profundidad. Por lo que se refiere al pensamiento de Hannah Arendt, figura como el lugar de una preocupación moderna, como un recinto singular que desecha la teoría filosófica arrogante y sistematizadora, si esta no viene acompañada por el accionar humano:

«(…) la obra de Arendt es una muestra de su escéptica actitud con respeto a la capacidad del pensamiento puro para captar la singularidad de la política y por ello está atravesada por la búsqueda de un pensar que retorne al mundo. Un pensar que no se encuentra entre los filósofos, y que, en su opinión, todavía estaba presente en la idea socrática (y sofística) de verdad: una verdad que sólo puede existir en la relación con los demás»[5].

Notas

[1] Arendt, Hannah: ¿Qué es la política?, Traducido por Rosa Sala Carbó, Ediciones Paidós, Barcelona, 1997, pág.12.

[2] Ídem.pág.68.

[3] Ídem, pág.25.

[4] Arendt, Hannah: Los orígenes del totalitarismo, TAURUS Ediciones, Madrid, 1974, pág.28.

[5] Arendt, Hannah: ¿Qué es la política?, Traducido por Rosa Sala Carbó, Ediciones Paidós, Barcelona, 1997, pág.31.

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