Una atea recomienda La Biblia

septiembre 22, 2020
La Biblia reseña

Foto por Aaron Burden

Palabra divina para los que encuentran libertad y consuelo en ella; doctrina que oprime y limita para quienes no comprenden que el fanatismo reside en las personas y no en los textos: La Biblia es también el reflejo de los trabajos de un pueblo durante cientos de años, y constituye una de las obras más fascinantes y diversas producidas de manera colectiva por la humanidad.

Siendo testimonio de la historia hebrea, narra la génesis de lo que siglos después se denominaría eufemísticamente «la cuestión judía». Esta fue, en sus inicios, la lucha contra el dominio ideológico —el militar rara vez pudieron evitarlo— de una nación nómada cuya identidad se desarrolló entre las guerras de las grandes potencias antiguas: egipcios, babilonios, macedonios, romanos… Un conflicto que cuenta en sus crónicas con momentos terribles —la expulsión de los judíos de la península ibérica; el antisemitismo nazi; el conflicto árabe-israelí—, pero también con las victorias más sutiles, expresadas a través de esos tantos descendientes de los conquistadores que aún hoy adoran a la divinidad de los conquistados.

Siendo un libro de autoría múltiple en gentes y épocas, La Biblia recoge costumbres y creencias heterogéneas, y hasta contradictorias; hoy en día a muchas de ellas se las juzga de ilógicas o crueles; mas, son constancia de la evolución accidentada y nos recuerda que la humanidad puede ser tan atroz como justa, tan orgullosa como capaz de arrepentimiento y perdón.

Siendo la cultura hebreo-cristiana uno de los pilares sobre los que descansa el pensamiento occidental, es imposible leer La Biblia sin encontrarnos en ella. En sus páginas, que pueden ser hermosas como el Eclesiastés u Oseas, temerarias como los Macabeos, o terroríficas como los futuros entrevistos por Jeremías, se habla de Dios, pero, sobre todo, de los hombres[1]; de su bondad y sus potencialidades, de sus sueños, sus afanes, sus fracasos; de sus bajezas y sus miedos, y de esa cualidad tan ambigua, y tan nuestra, de dar el beso traidor mientras nos clavamos a la cruz.

Sirva entonces su lectura para comprendernos más los unos a los otros, para comprender un poco mejor a nuestro mundo, y para sacudirnos, de paso, algún que otro prejuicio.

Notas

[1] Aquí la palabra hombre se utiliza en su sentido antropológico, o sea como equivalente de persona o ser humano.

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