Emil Cioran o la ocupación de no hacer nada

abril 18, 2018
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Emilo Cioran: Su vida, su obra

Nacido en Rasinari, Rumanía el 8 de abril de 1911, Emil Michel Cioran cursó estudios de filosofía en la Universidad de Bucarest. Su tesis final versó sobre H. Bergson. En 1937 recibió una beca del Instituto Francés y marchó a París donde radicó la mayor parte de su vida.

En Francia no llegó a terminar sus estudios y dedicó el tiempo a recorrer Europa en bicicleta y a leer. En 1946 renunció a su nacionalidad y eligió la condición de apátrida. Sin vínculo a las academias y consagrado casi exclusivamente a escribir, Cioran afirmó en algún momento que su única ocupación era precisamente no hacer nada.

Sus primeras obras, entre ellas En las cimas de la desesperación (1934), De lágrimas y de santos (1937) y El ocaso del pensamiento (1940), fueron escritas en rumano. En su país de origen fueron recibidas con escepticismo y con no poca reticencia, una de las razones que le llevaron a permanecer en París.

No es hasta Breviario de podredumbre (1949) que adopta definitivamente la lengua francesa, tras la que aparecen otras renombradas y no menos polémicas como Silogismos de la amargura (1952), La tentación de existir (1956) y Del inconveniente de haber nacido (1973).

La escritura fragmentada y aforística que las caracteriza denota una manía errática de pensamiento que desemboca, no pocas veces, en angustiadas catarsis. Entre sarcasmo y cinismo Cioran transita del paroxismo a la apatía y más allá de las aparentes indiferencias devela su punto focal en la miseria de la existencia humana.

Su melancolía perenne terminó por asegurarle un público que le siguió hasta sus últimas obras aun cuando promulgara hasta la saciedad una entredicha marginalidad. En sus últimos años publica, entre otros, Ejercicios de admiración (1986) y El crepúsculo del pensamiento (1991).

Nihilismo e Irracionalidad de la Existencia

Deudora de Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, el misticismo del siglo XVIII y el budismo, la calidoscópica especulación de Cioran no se acomoda a ninguna demarcación teórica de su tiempo.

Mantiene distancia de las corrientes de pensamiento dominantes en su época —conservando un sesgo de originalidad inconfundible— y en innumerables ocasiones se sirve de ellas para parodiar la inutilidad de la reflexión filosófica y científica en sus intentos de dar sentido a la vida.

No obstante, su pesimismo se muestra cómplice del comportamiento de desencanto y desengaño común en muchas de las posiciones teóricas más heterodoxas del siglo XX, no haciéndosenos difícil reconocer cierta familiaridad con autores representativos de la llamada filosofía del absurdo.

El contenido de su aforística labor literaria manifiesta el carácter pesimista de un pensamiento que no lleva a ninguna parte, que se ahoga en la desesperanza y que no intenta trascenderla.

Toda justificación de la vida se le aparece a Cioran como entramado de artimañas de una humanidad que no soporta el sinsentido de haber nacido, el sinsentido de la experiencia vital y de la existencia misma.

Orientado cada vez más hacia el nihilismo, su pensamiento adquiere un tono corrosivo que devela un radicalismo hiperrealista estrafalario pocas veces visto. En ese sentido toda su obra apunta hacia la irracionalidad de la existencia y la incapacidad de filosofía, religión o ideología alguna de darle sentido.

Incluso el nihilismo que llega a encarnar es un dogma que no merece mayor dedicación pues la realidad no será menos irrevocable ni por el nihilismo ni por ninguna otra posición que se tome ante ella, no tiene entonces sentido proponer proyectos.


La originalidad de los filósofos se reduce a inventar términos. Como no hay más que tres o cuatro actitudes ante el mundo —y poco más o menos otras tantas maneras de morir— los matices que las diversifican y las multiplican
sólo dependen de la elección de vocablos, desprovistos de todo alcance metafísico. (1)


Précis de décomposition (Breviario de podredumbre) de 1949 es de las obras más conocidas e ilustrativas del pensamiento de Cioran. En esa época el derrotismo heredado de la devastación de años de guerra hace mella no solo en la producción teórica, sino en la sociedad de la que ella es manifestación.

Con la decepción que le caracteriza, Cioran lleva adelante otra de sus cruzadas contra la herencia humanista más utópica teniendo por blanco de sus ataques las nociones fundamentales que sustentan el discurso humanista. Pretendiendo descubrir su vacuidad mal aparentada, hace implosionar el simbolismo que encarnan la humanidad, Dios, la historia y la filosofía.

Olvidar a Cioran

Para algunos Cioran seguirá siendo el eterno impertinente. Para otros, un exponente adelantado del posmodernismo moral –si algo tal existe-. Casi siempre su obra despierta fiebre en pequeños círculos de iniciados o desprecio en altos círculos académicos. No obstante, más allá de la inmadurez de unos y la excesiva profesionalización moral de otros, debemos transitar por su obra.

Vayamos a Cioran. Leamos a Cioran. Pero la cuestión no está en quedarse en la letra fija de su texto, sino en seguir más allá, y con ese impulso vital que nos llena, tratar de crear un mundo nuevo.

Notas

  1. Cioran, Émile M. . Breviario de podredumbre. Editorial Taurus, 1988.

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