El hombre es el lugar más cálido para esconderse
«Proyección: Si el Organismo Intruso
Llega a Zonas Pobladas…
Población Mundial Entera
Será Infectada…
27.000 Horas
Después del Primer Contacto.»
Del filme La cosa de John Carpenter
En estos días, (ahorita meses) la humanidad se encuentra en una guerra encarnizada contra un adversario imponente que ha puesto a la civilización enterara a considerar sus prioridades a salvar ¿Cuáles tendrían mejor sentido? ¿la economía, el petróleo, los bienes materiales, una nueva distribución geopolítica, la moral, el modo de vida, la fe? No, se trata de la vida individual y colectiva algo no muy importante para algunas personas; hasta hace poco existían individuos dispuestos a dar un riñón por un Iphone.
Muchas han sido las formas de asumir este nuevo miedo: por un lado, templanza y sacrificio en función de los enfermos y vulnerables; pero por otro, ignorancia y paranoia ha movilizado miles de personas a gastarse los ahorros en armas esperando el ansiado apocalipsis zombis, llenar la casa de papel higiénico, hacer fiestas en medio de cuarentena, quemar torres de 5G y linchamientos en masa murciélagos.
En determinadas obras de ficción se encuentran las llamadas situaciones límites que conllevan al afloramiento de lo mejor y lo peor del ser humano. El instinto animal supera al civilizado al regir la mera supervivencia o la ley del más fuerte. El que no se fortalece se convierte en una fiera irracional.
Entre los escenarios que juegan con la existencia al límite, uno de los más evidentes es “La Amenaza Andromeda”, una novela de Michael Crichton de 1969. Mientras el resto del mundo se preocupaba por la crisis nuclear, este autor, aún en la veintena y en la facultad de medicina, sorprendía al público con una novela sobre una crisis biológica. Partía del supuesto de una planificación gubernamental para estudiar o controlar un organismo extraterrestre que pudiera arribar a la Tierra accidentalmente; y cómo los científicos involucrados se esforzarían para controlar la pandemia. Parecía tan realista que hizo que mucha gente se preguntara si en efecto se trataba de hechos y no ficción. La obra revelaba una nueva forma de amenaza.
Otra obra de ciencia ficción que aborda este tipo de contexto en un plano mucho más personal es el filme La Cosa, El enigma de otro mundo: remake de 1982 por John Carpenter[1] considerado por muchos uno de los realizadores de género de ciencia ficción y terror más importantes de las décadas de 1970 y 1980. Filmes como They Live revelan su visión fuertemente crítica del hombre, el capitalismo desenfrenado y la avaricia como negocio.
John ya era un fanático a la obra del escritor H. P. Lovecraft y del filme La Cosa de Otro Mundo entrenada en 1951. En 1982, Universal Pictures ofreció a Carpenter hacer una nueva versión de la película. Pero en vez de hacer un remake de dicha cinta en donde la criatura era una zanahoria humanoide vampira, optó por adaptar el relato en que la misma se había basado, ¿Quién anda ahí? de John W. Campbell. Dicha historia fue votada por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos como uno de los mejores relatos de ciencia ficción, siendo el primero en usar la temática de la criatura cambia-forma y usurpadora de cuerpos.
La película fue estrenada en 1982 con críticas muy negativas. Fue descrita como “basura instantánea”, “un exceso miserable”, y propuesta como la película más odiada de todos los tiempos. Las críticas elogiaron los logros de los efectos especiales y criticaron su repulsión visual, mientras que otras se centraron en la caracterización deficiente. Se han citado muchas razones por no haber impresionado a la audiencia como E.T el Extraterrestre que ofrecía una visión optimista de la visita de extraterrestres. El público de entonces se podría acusar de ingenuo.
Al final la película encontró un público positivo cuando se estrenó en video y televisión. En los años posteriores, se ha reevaluado como una de las mejores películas de ciencia ficción o de terror jamás realizadas, y ha ganado seguidores de culto. Los cineastas han reconocido la influencia en su trabajo, y se ha ensalzado en otros medios incluyendo los videojuegos.
Según Carpenter, los aspectos que quiso resaltar en la historia fueron la paranoia de los personajes al verse enfrentados a una criatura que puede adoptar la apariencia de otros seres vivos, y la importancia de la identidad. Logró exponer mucho más.
El filme cuenta la historia de un grupo de investigadores estadounidenses en Antártida que se encuentran con “la cosa”, una forma de vida extraterrestre parasitaria que se asimila y luego imita a otros organismos. El grupo es superado por la paranoia y el conflicto al sentir que ya no pueden confiar entre sí; que cualquiera de ellos podría ser la cosa.
La película tiene muchas simbologías sobre el fin del mundo. De por si comienza con una escena perturbadora: un hombre montado en un helicóptero disparando desenfrenadamente a un perro que huye (nada puede ser más inquietante que esto). Es el fin del mundo que no viene de un bombardeo atómico sino desde el prójimo. La cinta se convirtió en símbolo de la propagación de enfermedades como el Sida y de los males que provienen de propia carne. Además, resalta la falta de confianza que existe en el mundo.
Aunque el distanciamiento social se presenta como una forma de solidaridad, puede ser alimentada por un sentimiento muy diferente. Mientras algunos ofrecen conciertos en los balcones para deleite de los vecinos, otros son capaces de agredir a aquellos que se les acerquen. Al menor indicio de posibles síntomas o exposición al contagio las personas no son tan solidarias; al contrario, arremeten a veces empleando violencia física.
El peligro de la cosa transforma a las personas en la cosa misma. En un alien. El distanciamiento social puede que sea una forma de control efectivo de la expansión de la enfermedad, pero falla en un pequeño detalle. Deja solas a las personas que por oficio deben mantener en funcionamiento los servicios públicos y principalmente a las víctimas directas: los enfermos.
La solidaridad social debería estar en el actuar desinteresado en pos de otros, pero en realidad es una reacción común con tal de no contraer la enfermedad; lo cual convierte subrepticiamente a todos los infectados o posibles infectos en cosas. Cualquiera que no sea de la casa puede ser un alien.
De esta forma, la solidaridad con los médicos se manifiesta en aplausos y no en voluntarios para reforzar los saturados sistemas médicos-sanitarios o (por penoso que sea) los servicios funerarios colapsados. En vez de iniciativas activas para apoyar el funcionamiento de los sistemas de servicios, inventivas lúdicas infantiles. Paradójicamente una situación mundial que requiere de humanismo y consciencia se palea a base de enajenación e individualismo. Basta observar la paranoia, la aversión y hasta la agresividad que brota en nosotros cuando vemos a una persona toser por algún motivo.
Si se quiere plantear una crítica al consumismo y al capitalismo salvaje esta sería: en un mundo donde rigen los objetos y los individualismos, afrontamos las relaciones con los humanos como cosas; el sacrificio es una cuestión de oficio y el humanismo fácilmente canjeado por la seguridad. Los enfermos son cosas, y como La Cosa juzgados.
A pesar de ser acusada de pesimista, la ciencia ficción tiene siempre la capacidad de advertirnos y reflexionar sobre nuestras acciones en un escenario fuera de lo común. La película de Carpenter encarna no pocos sentimientos que se esconden en medio de la pandemia. Ello nos lleva a formular una pregunta a modo de reflexión. Si en medio de la cuarentena escucharas a tu vecino gritar por ayuda ¿arriesgarías tu propia seguridad para ayudarlo?
Notas
[1] Con ese filme se inicia la trilogía del Apocalipsis de Carpenter seguido de películas como El príncipe de las Tinieblas y En la Boca de la Locura.