Para los más jóvenes, que se han hecho adultos en un mundo donde la libertad sexual se preconiza como signo de felicidad y éxito, puede parecer inconcebible que hace apenas treinta años no ser heterosexual constituyera un problema médico, y hasta político. Especialmente a ellos los invito a recordar, a través de este texto del cubano Senel Paz, cómo era la vida de los homosexuales en una época en que se les consideraba personas si no enfermas, al menos con alguna deficiencia o defecto en el carácter, por naturaleza solo interesadas en el sexo, carentes de principios y poco confiables.
Escrito en 1990, El lobo, el bosque y el hombre nuevo da testimonio de un período que hoy se torna lejano más que por el tiempo trascurrido, por los múltiples cambios sociales que desde entonces han tenido lugar. A ello suma la importancia de haber sido el punto de partida para la película Fresa y Chocolate, filme multipremiado y el único de la Isla que ha logrado una nominación a los Premios Óscar. Aunque no fue la primera obra literaria cubana en tratar la homosexualidad, trasciende por haberse enfocado en la contradicción que existía en su momento entre lo homosexual, y en general lo “diferente” encarnado por uno de sus personajes, Diego, y lo heterosexual, lo estándar, lo “normal”.
En el cuento, los matices y alcances de este conflicto se presentan desde el punto de vista de David, un joven con todos los atributos de los niños bien portados que, a causa de la repentina intromisión de Diego en su vida, se ve obligado a confrontar el ideal impecable del “hombre nuevo” en que pretende convertirse con una realidad llena de manchas. Una historia conmovedora, que nos advierte sobre los peligros del fanatismo, a la par que resalta el valor de la amistad y muestra el poder del arte como creador de vínculos capaces de destruir las barreras impuestas por los prejuicios.