La intrascendencia del arte

agosto 30, 2023
Joan Miro - El Carnaval De Arlequín
Joan Miro - El Carnaval De Arlequín

Se escucha con frecuencia que el arte es solo arte, sus objetivos y seducciones distan por completo de lo social, el artista no está interesado en la sociedad, sus musas viven en lugares mucho más lejanos.

La idea anterior contiene un error estrepitoso. Un artista, como todo ser humano, es afectado por las dinámicas sociales que se desarrollan en su vida, notables y numerosos son los casos de artistas que reflejan en sus obras los acontecimientos políticos y sociales más importantes de su época, pero exceptuando esos casos, igualmente las circunstancias se harán presente en la obra cuando el artista sepa que su vocación ha sido determinada por su «voluntad de estilo» que se formó al margen de su conciencia y tiene una raíz filosófica, sociológica, antropológica e histórica.

En 1925, José Ortega y Gasset, se propuso descubrir esas raíces del arte que empezaban a tomar relevancia en las dos primeras décadas del siglo XX, sus meditaciones sobre el tema fueron sintetizadas en un ensayo publicado en la Revista de Occidente con el nombre de La deshumanización del arte.

A principios del siglo XX nace el vanguardismo, nombre con el que se suelen englobar las manifestaciones artísticas que bajo diferentes estilos mantenían un propósito común, dinamitar todo el arte anterior con propuestas innovadoras. Para referirse a los vanguardistas, Ortega prefirió el término de «arte joven» para diferenciarlo del arte que se había producido en siglos anteriores -especialmente en el siglo XIX- y que se había erguido durante largo tiempo como estandarte estético de una época.

Para la nueva poesía, Baudelaire empezó a ser un referente con sus Flores del Mal debido al espíritu poético y vital que irritaba a las viejas usanzas literarias: «Baudelaire se complace en la Venus negra precisamente porque la clásica es blanca»[1]. Sin embargo, en él todavía quedaban algunos rasgos de tradición y para engendrar una nueva poesía debía ser mayor el nivel de radicalidad. Es Mallarmé quien cumpliría el rol de asistir como una matrona al nacimiento del arte joven: «Mallarmé fue el primer hombre del siglo pasado que quiso ser un poeta» [2].

En la música es Claude Debussy quien abre ese camino, genio del preludio con un estilo característico y una forma novedosa de hacer música. En gran medida, Debussy rompió con la herencia tradicional alemana, especialmente con Wagner, y se irguió como el representante de una nueva manera de transmitir la música. Si bien los dramas musicales de Wagner eran muestra de los sentimientos trágicos y con cierto grado de confesión privada, para Debussy «(…) era forzoso extirpar de la música los sentimientos privados, purificarla de una ejemplar objetivación. Esta fue la hazaña de Debussy. Desde él es posible oír la música serenamente, sin embriaguez y sin llanto»[3]. Se fraguaba en Francia el primer compositor impresionista y quizás el más importante, con esa música novedosa y esa forma tan autentica de romper con lo tradicional.

Por otro lado, es en la pintura donde más ejemplos podemos encontrar de esta mueva época. Es el tiempo del «ismo» expresionismo, cubismo, surrealismo, fauvismo, futurismo y dadaísmo, serían algunas de las tendencias más frecuentes de la pintura joven. Ortega compara al pintor del siglo XIX con este pintor joven; el pintor del siglo XIX, intentaba ajustar su lienzo a la realidad, su virtuosismo se encontraba en saber imitar las formas reales del mundo. Para el pintor del siglo XX, ese virtuosismo es decadente, lo innovador se encuentra en pintar a la realidad, alejándose de ella, lo explícito debe ser abandonado. El pintor joven construye una ficción en los límites de una realidad: «El placer estético para el artista nuevo emana de ese triunfo sobre lo humano; por eso es preciso concretar la victoria y presentar en cada caso, la víctima estrangulada»[4].

El arte joven exige de un espectador que preste atención a la obra de arte como tal y no a un espejo sentimental, en cuya imagen se refleja su patetismo melancólico

Salta a la vista que el propósito fundamental del arte joven es vestirse de gala para acudir al rito funerario de lo humano. Lo artístico dista de lo real en cuanto se manifiesta como ficción, creación de un autor que no busca acercarse al público para que este viva la obra sino para que la contemple. El espectador acostumbrado a intervenir en la obra, a sentirse identificado y en gran medida protagonista, se queda sin papel protagónico. El arte joven exige de un espectador que preste atención a la obra de arte como tal y no a un espejo sentimental, en cuya imagen se refleja su patetismo melancólico.

Los requisitos para apreciar el nuevo estilo dejan en evidencia el carácter antipopular del arte joven, no pretende llegar a la mayor cantidad de espectadores- como si pudo hacerlo el romanticismo- sus intenciones dejan en evidencia una división social, los que pueden entender y los que no, desmontando la farsa de la igualdad entre los hombres. Aquí la diferencia entre hombres no equivale a una diferencia social según los ingresos económicos. La diferencia radica en la pobreza intelectual o espiritual que le impide al individuo la apropiación de la nueva estética.

Las artes en general han cumplido durante mucho tiempo un rol protagónico en la vida social, tenían por misión la arrogante tarea de salvar a la humanidad, o al menos, representar los acontecimientos más importantes de la humanidad. En muchos casos se veía al arte como el medio por el cual la humanidad podía salir de las crisis o devolver al mundo el equilibrio vital, un ejemplo claro es la esperanzadora visión que tenía Nietzsche de la música wagneriana. El arte joven viene a reírse de todo eso, su ironía radica en no querer salvar nada, en ser solo arte. No tiene pretensión y el artista joven, a sabiendas de ese rol, se limita a crear un arte subversivo, que aplasta toda la visión esperanzadora que se tenía del arte y que constituía su límite. La subversión triunfó, los jóvenes del siglo XX impusieron su espíritu sobre las viejas tradiciones que habían heredado, puesto que «todo el arte nuevo resulta comprensible y adquiere ciertas dosis de grandeza cuando se lo interpreta como un ensayo de crear puerilidad en un mundo viejo»[5].

Ahora bien, sería válido preguntarnos por el destino de esos jóvenes subversivos. Cabe destacar que los artistas mencionados hasta el momento son de origen europeo y como se sabe, Europa vivió a principios y a mediados de siglo los conflictos bélicos más caóticos de la historia. Quizás el desdén por lo humano en el arte joven era un síntoma premonitorio de las atrocidades que se verían unos años después. El cambio estético propuesto también parte de no encontrar nada humano en la humanidad y, por el contrario, encontrar barbarie, alejar el barbarismo del arte era la propuesta más fina de esa generación. Luego de pasadas dos guerras mundiales era de suponer que la nueva visión estética tenía dos destinos posibles; había nacido en el momento equivocado o se mantendría con madurez en el transcurso del tiempo, la última terminó prevaleciendo sobre la primera. A pesar de muchas interpretaciones que terminaron por ser desmontadas por el tiempo, quizás la más famosa interpretación tuvo su origen en la Escuela de Frankfurt y especialmente con Theodor Adorno.

En 1949 decía Adorno: «Después de Auschwitz, escribir un poema es un acto de barbarie» [6], pero estaba equivocado y lo supo cuando leyó a Paul Celan y especialmente su poema Fuga de Muerte. En 1966 Adorno reconoce su error y dice: «La perpetuación del sufrimiento tiene tanto derecho a expresarse como el torturado a gritar, (…) tal vez por eso haya sido equivocado afirmar que, después de Auschwitz, ya no es posible escribir poemas»[7].

Era predecible que luego de dichas tragedias el arte diera un giro hacia lo humano para expresar todo el sufrimiento acumulado en ese trágico siglo, pero una vez sanado ese dolor, la deshumanización volvió. Pero ya no era un arte joven y a pesar de ganar muchos adeptos a finales del siglo XX, rápidamente encontró resistencia. El arte pop empezó a calar en cada una de las manifestaciones artísticas y el arte para masas creció al mismo ritmo que crecía la población con respecto a siglos pasados. Pero el arte conceptual y pop en muchas ocasiones se fusionan, logrando en muchas ocasiones récords de ventas- el caso más notable es Jeff Koons- por lo cual en muchas ocasiones se piensa que el mercado es quien realmente dicta el devenir artístico, lo cual no es del todo cierto. Pero es innegable que antes resultaba fácil descubrir a un farsante que se hacía pasar por genio, hoy en día es más difícil hacer esa distinción.

El arte nos muestra los síntomas más graves de la sociedad, y las formas artísticas que hoy predominan se han anquilosado en una constante innovación que en la mayoría de los casos no subvierte nada. Quizás sea hora de recuperar la idea esperanzadora que se tenía del arte, la deshumanización del arte que previó con agudeza Ortega parece llegar a límites insospechados. Resulta un vital menester recuperar la trascendencia del arte.


Notas

[1] Gasset,José Ortega: La deshumanización del arte, Editorial Espasa-calpe, Buenos Aires, 1942, pág. 208.

[2] Ídem,pág. 195.

[3] Ídem,pág. 193.

[4] Ídem, pág. 185.

[5] ídem, pág. 215.

[6] Adorno, Theodor: Cultura y sociedad, Ediciones Akal, 2008, pág. 482.

[7] Adorno, Theodor: Dialéctica Negativa, Taurus ediciones, Madrid, 1984, pág.363.

Responder

Your email address will not be published.

Boletín DK