Retrato blanco y negro de Eduard Gans

Eduard Gans y el surgimiento de la cuestión social

Independientemente de si su relación con Marx fue crucial o no, debido a su papel en la radicalización del pensamiento hegeliano, sigue siendo digno de figurar de forma más destacada en las páginas de oro de los jóvenes hegelianos
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Hegel es uno de esos parangones que marca una ruta a muchos aventureros en los dominios de la filosofía hasta hoy. Y sin duda lo hizo, de manera más apostólica, durante su vida.

Sin embargo, la fugacidad de sus seguidores, de su propia «escuela», que iba a regar el suelo fértil de la filosofía moderna, parece inquietantemente enterrada bajo el enorme peso de herederos revoltosos como Marx o Engels, que consiguieron subvertir y erosionar el legado del último gran representante de la filosofía idealista alemana y transformarlo en una síntesis different.

Mientras que Marx y Hegel suelen recibir la mayor parte de la atención, la etapa de transición entre ambos, la reserva de hegelianismo revolucionario en el siglo XIX, recibe mucha menos atención. Cuando sucede, son el humanista Feuerbach o el teólogo Strauss los que mayormente se llevan el protagonismo. No es que haya que ignorar su relevancia, pero las perlas ocultas permanecen veladas para el lector contemporáneo. El más trágico de estos hegelianos perdidos es Eduard Gans, el auténtico heredero de la cátedra de Derecho de la Universidad de Berlín, la sede que ocupó Hegel en vida.

Gans no sólo tiene la distinción de ser el heredero elegido de la posición académica de Hegel, o el profesor de derecho de Marx en Berlín, sino que encarnó el inicio de la traducción mundana de la filosofía hegeliana en una filosofía transformadora y revolucionaria, su concreción en la agitación y efervescencia de la Europa posrevolucionaria.

Revolucionaria en lo que respecta a las Trois Gloriouses de 1830, ese proceso intermedio de constitución de las naciones modernas en el continente y el ascenso a la prominencia de la burguesía como principal sujeto político de la nueva era.

El mismo período revolucionario que quebró la determinación de Hegel, el ya anciano profesor, que tuvo que confesar que su tiempo había pasado y que no podía entender esta nueva época que vio un amanecer tan borroso.

Siguiendo casi la lógica de los ciclos revolucionarios, Gans tenía el serio reto de pensar el mundo actual y las contradicciones del espíritu de su tiempo. Rodeado como estaba de la generación contestataria de los años treinta en Prusia, y de acuerdo con sus propias capacidades como profesor, su principal objetivo seguía siendo la relación entre el Estado y la sociedad civil. Atrás habían quedado los días en los que lo mejor de la energía intelectual alemana se volcó en la discusión de la deducción trascendental de las categorías. El presente histórico, en toda su urgencia, había desviado a los que aprendieron de los mejores, como el propio Gans, al campo de batalla abierto de la reconciliación política del concepto con la realidad.

Alemania era, no obstante, el botín de los caprichos napoleónicos y una mera idea autocrática en vías de materializarse. Después de la Noche de Walpurgis, la moderna nación alemana, que no era todavía real, como factum, sino que estaba en camino de convertirse en realidad, había sufrido una temible transformación que la llevó por el camino del nacionalismo. Y su mera posibilidad de nacimiento, más aún después de la oleada de los años 1830, sacudió todo el tejido social de los dispersos dominios alemanes. Gans, como judío, favorecido y defendido por el ilustrado Hegel, tuvo que ocupar sus talentos en la verdadera grieta que desgarraba el Espíritu de la nación a la que pertenecía.

Como profesor de derecho, sus intereses le llevaron a los problemas de la pobreza. Mientras el resto de los jóvenes hegelianos, la Sociedad de amigos del Eterno, dedicaba un tiempo precioso a recopilar y ‘organizar’ las obras del ‘Viejo’, fallecido en 1831, el prosélito estrella continuaba la traducción de Hegel en la filosofía práctica en la que debía convertirse finalmente.

Incluso antes de la aparición ‘oficial’ del joven hegelianismo con la Vida de Jesús de Strauss, Gans ya se ocupaba del verdadero problema al que debía enfrentarse la Prusia de Vormarz[1], la aparición de la pobreza, la pobreza moderna en forma de proletariado, desposeído y desprotegido tanto por los gremios (que se habían disuelto) como por los estados, dentro de la dinámica disolvente de los primeros estertores del comienzo del capitalismo alemán.

Completamente consciente de las implicaciones sociales de la aparición del Pobel [2], Gans compartía la entusiasta disposición a superar la existencia misma de tal fenómeno, que consideraba un estado de cosas irracional para una sociedad (Bienenstock, 2011, p. 170). Y su connivencia con el saint-simonismo, adscripción atribuida habitualmente al profesor alemán, no fue suficiente para definirlo, ya que le resultaba inaceptable aceptar la inversión de la secularización que este movimiento proponía como medio para solucionar la pobreza. Y es en este aspecto de su pensamiento donde Gans representa el verdadero espíritu del intelectual crítico de la Alemania de los años treinta: una decidida oposición a los males sociales del capitalismo naciente y un compromiso con el legado hegeliano en forma de respeto a la idea conciliadora de la sociedad civil, como factor compensatorio del Estado. El radicalismo de Marx y Engels, así como la excentricidad de Stirner, fueron el signo posible del estado de agravamiento de la sociedad alemana en los años 40, que tuvo su desenlace en la revolución del 48, pero todavía no en vida de Gans.

Si el tema de la pobreza y la cuestión social debía ser menos evidente en el hegelianismo temprano más renombrado, ya que éste estaba en vías de sufrir la transformación de la filosofía en una directriz teórica de la revolución, Gans ya había hecho de él su principal objeto de preocupación y trabajo.

Como profesor, rebelde dentro de los límites de la autocracia alemana de la época, mantuvo su labor como organizador crucial de la Revista Crítica de Filosofía, la contraacademia que se enfrentaba a la Real Academia de Ciencias que había negado el acceso a Hegel (Pinkard, 2000). Y a pesar de la historia bastarda que ha hecho de Hegel y sus seguidores inmediatos los «defensores del Estado prusiano», éstos, especialmente Gans, el hegeliano judío, no se conformaban tan fácilmente con el estado actual de la nación alemana y la retórica nacionalista que abundaba en las teorías jurídicas y políticas que sí reforzaban la autocracia, como la de Savigny, rival acérrimo de Gans y principal teórico romántico del Estado (Hoffheimer, 1995, p. 4).

La socialización[3] y las tenues relaciones de la sociedad civil con el Estado, la realidad última en el ámbito de la política fueron puestas en cuestión en todo momento tras las etapas iniciales de los levantamientos liberales en Europa. La socialización, para Gans, como intérprete alemán de la idea francesa de asociación, no era un mero sindicato, que debía proteger a los trabajadores de los propietarios de las fábricas. Esta forma específica poshegeliana (ya que Hegel pensaba que el Estado era el tutor de la sociedad civil) de ver el problema, que contemplaba al Estado con una presencia necesaria, consideraba el empoderamiento de la sociedad civil, como cuerpo organizado de productores y trabajadores en un conflicto edificante con el Estado. Sin embargo, su conciencia del problema central de la proletarización era muy clara (Gans, 1836, p. 100).

A pesar de sus diferencias con el saint-simonismo, su fascinación por la revolución francesa y la urgencia de los problemas sociales a los que daba prioridad le convirtieron en un verdadero defensor de un hegelianismo más práctico, y por tanto en un partidario del derecho de los trabajadores que defendía este movimiento. Sin embargo, el rechazo de Gans a la lucha religiosa contra la concurrencia de los saint-simonianos conllevaba la asunción de que los derechos individuales no podían ser desestimados, y el estado idealista que proponían sólo ahogaba el logro de la modernidad, la libertad subjetiva (Breckman, 2001, p. 549).

¿Por qué el ritmo implacable de la historia de la filosofía condenó a Gans casi a la invisibilidad? Sin duda, su temprana desaparición supuso una ruptura en su ascenso a la fama dentro de los progresistas poshegelianos. Por muy notable que fuera su oposición a la escuela histórica, como reconoció el propio Bentham (Gans, 1836, p. 201), no pudo sobrevivir a los años treinta y convertirse en el faro de una generación social y políticamente comprometida que incluía a Marx, que fue su alumno durante dos cursos en la Universidad de Berlín. Independientemente de si su relación con Marx fue crucial o no, su papel en la radicalización del pensamiento hegeliano, y cabría añadir, del hegelianismo como tal, queda subrayado, pero sigue siendo digno de figurar de forma más destacada en las páginas de oro de los jóvenes hegelianos.

Notas

[1] Alemania entre la revolución de 1830 y la de 1848.

[2] Población.

[3] Un concepto afín al asociacionismo

Referencias

Bienenstock, M. (2011). Between Hegel and Marx. Eduard Gans on the ‘Social question’. In Politics, religion and art: hegelian debates. Evanston: Northwestern University Press.

Breckman, W. (2001). Eduard Gans and the crisis of Hegelianism. Journal of the History of Ideas, 62(3), 543-564.

Emerson, R. W. (2001). Essays. In J. Manis (Ed.).

Gans, E. (1836). Rückblicke auf Personen und Zustände. Berlin: Verlag von Veit und Comp.

Hoffheimer, M. H. (1995). Eduard Gans and the Hegelian philosophy of Law. Dordrecht: Springer.

Pinkard, T. (2000). Hegel. A biography. Cambridge: Cambridge University Press.

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