mujer islámica

Mujer, islam y misoginia

La supremacía del varón y defensa del modelo patriarcal son construcciones fundamentalistas y no de la religión en sí misma
abril 14, 2021

 

Albores del asunto

El fundamentalismo islámico suele asociarse con formas rigurosas y estrictas de interpretación de los preceptos de la religión islámica. Unido a esta cuestión es comprensible ya que se emplea en muchos casos como medio para justificar formas violentas en la implementación de determinadas políticas o identificándolo con terrorismo (aun cuando dichos conceptos no pueden igualarse de ningún modo). En tanto expresión fundamentalista de una religión, pretende ofrecer respuestas y soluciones a los problemas terrenales; procurando extender su campo de acción a los planos político, económico y social.

Sobre esta base, el fundamentalismo islámico plantea una supuesta vuelta, en cuanto a principios morales y de comportamiento, a la comunidad del profeta Mahoma. Su intención es mantener los códigos conductuales tradicionales atestados desde dicha época, a fin de construir una comunidad ideal basada en el Corán. Tal estado ideal arremete contra los principios fundacionales de las sociedades modernas y al mismo tiempo, hace caso omiso a parámetros tales como el crecimiento poblacional, la escasez de recursos y su desigual distribución. El objetivo, a largo plazo, es marcar distancia y absoluta diferenciación respecto a la variedad de occidentalismos que han sido importados a través de los años a su cultura. No obstante, ninguna tendencia de pensamiento o ideología procedente del mundo occidental ha alcanzado un grado de penetración capaz de afectar la membresía islámica o su aceptación en la región musulmana.

Antes de proseguir con el fundamentalismo islámico se precisa la siguiente reflexión. En sí mismo fundamentalismo es un concepto occidental, un anglicismo empleado para designar variantes de religiones musulmanas y de otra índole, generalmente vinculadas a formas de violencia como se aludiera anteriormente. Sale a relucir que propiamente dicho concepto no cuenta con traducción árabe. Por ello resulta tan complejo conceptualizar el fundamentalismo islámico, ya que se trata de un concepto que designa un fenómeno de una cultura otra, donde, en la misma, no existe nombre o significante para esa palabra.

Otra reflexión importante es que su generalizado vínculo a formas de violencia no es del todo casual. En estos gobiernos el empleo de la fuerza ha sido asumida prácticamente como una cuestión cultural. Además, recuérdese que no existe separación Iglesia-Estado. Aquí la religión funciona como un todo que canaliza las funciones que debiera ejercer el Estado, en lo económico, político, social, judicial, así como el sistema normativo. Sin embargo, no toda crítica al fundamentalismo islámico debe tomarse como crítica per se a la religión islámica. Ello pudiera ser absolutista e injusto para con los verdaderos devotos a la religión.

Ahora bien, fijemos la atención en las expresiones fundamentalistas más significativas de las tres religiones de mayor alcance. El cristianismo, por su parte, centra sus manifestaciones fundamentalistas en la oposición al conocimiento científico, principalmente desde la Teoría de la Evolución. Asimismo, se basa en el puritanismo sexual, la homofobia, xenofobia y contra los modernismos en general.  En tanto el fundamentalismo en el judaísmo se presenta intolerante y hostil hacia cualquier opción que provenga de fuera de su estilo de vida arcaico. El islam, por otro lado, centra sus prácticas fundamentalistas en la oposición a la cultura occidental y en la misoginia. Entiéndase por misoginia la diversidad de modos de represión a la mujer y defensa plena del modelo patriarcal. Justamente, el presente artículo toma como objeto central la misoginia como parte del fundamentalismo islámico.

Contrastes de un discurso de apariencias

La mujer musulmana y en general su tradición y estilo de vida, ha pasado a considerarse un símbolo de violencia y represión. Una imagen viva de que el islam, más allá de una religión o ritualidad, representa aversión e intolerancia hacia el mundo occidental y sus códigos conductuales. Sin embargo, investigaciones a propósito del tema arrojan que en muchas ocasiones la mujer musulmana no se siente relegada respecto al hombre. Ello se debe fundamentalmente a que en realidad los discursos de igualdad de género, empoderamiento femenino, en fin (discursos generalmente occidentales con los que no suelen tener contacto), le resultan desconocidos, realidades ajenas a la suya. De manera que no pueden identificarse con dicho espíritu emancipador, puesto que en el statu quo imperante ven el modo natural de desenvolverse la sociedad.

Por ello, un análisis que no quede en la superficie y vaya a la esencia del asunto, debe partir desde esa propia mentalidad. En ese sentido, no se puede responsabilizar a la religión islámica por perpetrar dicha realidad. En efecto, en la condición de la mujer musulmana han intervenido en gran medida otros elementos de su cultura y costumbres, heredadas de generación en generación hasta perpetuarse en su ideario. Así pues, someter a cambios la situación de la subordinación femenina no implica necesariamente modificar los preceptos constitutivos de la religión islámica. Ello en virtud de que el sometimiento de la mujer musulmana se remonta a tiempos preislámicos. En cambio, significa un vuelco en las relaciones sociales y los modos de actuación musulmanes; afectando los sectores de poder masculinos, cuyo interés es excluir a la mujer de la esfera pública.

En ese contexto, los sucesos del 11 de septiembre de 2001 constituyeron el pie forzado perfecto para culpar a la religión islámica de la situación de la mujer musulmana y de la población en general. El objetivo es claro: desestabilizar el centro rector moral y axiológico de la región, que es justamente su religión. Entonces, se presenta un movimiento feminista blanco, o lo que es lo mismo, occidental, como única solución posible para la mujer musulmana. Solamente la perspectiva occidental es capaz de empoderar a la mujer y conferirle plenitud de ejercicio en las diferentes esferas de la sociedad. Ello en virtud de la visión de que el islam es el causante y vocero de la opresión de la mujer en todo el mundo. De manera que solo se mitigará ese estado por medio del abandono de la fe.

Sin embargo, tales discursos también son difamadores y excluyentes. No tienen en cuenta realmente a la mujer musulmana; solo pretenden occidentalizarla y de ese modo desacralizar sus costumbre y modos de vida. Lo cual derivaría en una completa desestabilización de la identidad y cultura musulmana. Sobre esa base, los discursos de empoderamiento femenino occidentales dejan fuera a aquellas mujeres musulmanas que puedan sentirse cómodas con su religión, en tanto elemento constitutivo de su identidad. Quiere decir, la única vía de emancipación femenina que presentan los discursos eurocéntrico-occidentales se basan en el distanciamiento de la mujer musulmana de sus raíces. Con ello sale a relucir que verdaderamente se encuentran motivados por intereses coloniales, no solo en lo político, sino principalmente desde el ámbito cultural-identitario.

Es evidente que en la actualidad la polémica en torno a la situación de la mujer musulmana está diametralmente atravesada por un conflicto identitario. Donde sirven como pretextos sus valores conservadores, vestimenta y el llevado y traído velo (conocido como hiyab); que generalmente es considerado símbolo de sumisión en el mundo occidental. No obstante, una prenda de vestir no debe ni puede satanizar una religión, mucho menos ser directamente proporcional a formas de violencia contra la mujer, superioridad de un género sobre otro o prohibiciones sobre el cuerpo y la sexualidad. No hay razón para en nombre de una religión coartar el rango de acción de las mujeres o presuponerle determinado comportamiento de manera per se, por el solo hecho de tratarse de una mujer musulmana. De ahí que este tipo de análisis deba realizarse necesariamente desde un posicionamiento multicultural, que tenga en cuenta los valores identitarios musulmanes.

La misoginia en el ideario islámico

En un artículo anterior, la autora, refiriéndose a la misoginia en el islam señalaba que:

(…) se perpetúa la relación de sometimiento en tres direcciones esenciales: como designio divino; como parte de la identidad de la comunidad religiosa y como política de Estado. Esta intención se percibe en toda religión fundamentalista, pero se expresa con una fuerza particular en el Islam.

Lo cierto es que el fundamentalismo religioso busca legitimar una visión de la mujer como ser nulo, sin honor propio o autoestima. Así favorecen el patriarcado como forma natural. De donde sigue que, la dependencia económica de la mujer hacia el marido condiciona la proliferación de un tipo de dependencia aún más profunda y peligrosa: la de valores, identidad y mentalidad. El único estatus de reconocimiento que puede obtener la mujer está determinado por su capacidad para reproducir. Esta situación ha pasado a aceptarse como parte de la tradición e identidad en el mundo islámico ya que se considera designo divino. De modo que se mantiene el estado de dependencia y sometimiento de la mujer, descartando cualquier expectativa de cambio».

En efecto, entre los elementos más significativos que contribuyen a la fuerte presencia de fundamentalismos religiosos en diferentes regiones, es su oposición a que la mujer gane autonomía. Ello se aprecia, por ejemplo, en regiones de Asia, el Pacífico y América Latina; donde adquieren relevancia también los esfuerzos contra los derechos de la comunidad LGBTQI. De ahí que los fundamentalismos religiosos y en especial el fundamentalismo islámico, no deban ser entendidos como movimientos pasivos. En cambio, cuentan con objetivos precisos para subsistir, así como con estrategias para expandirse; al punto de convertirse prácticamente en una forma de ideología. En ese sentido, han logrado movilizar gran cantidad de adeptos, motivados por el sentimiento de pertenencia y afiliación a una comunidad.

La variante islámica, por su parte, implanta sus códigos hacia la mujer a fuerza de violencia. Dígase violencia física, verbal, sexual o psicológica. Esta última traducida en aislamiento, desvalorización o cualquier forma de discriminación. Ejercen control sobre su cuerpo y sexualidad y desproveen a la mujer de libertad de circulación o expresión; anulando por completo su participación en la vida pública de la sociedad. Unido a que en la actualidad todo ello se extiende también a la comunidad LGTBQI o cualquier forma de pluralismo.

Pero ¿cómo los fundamentalistas islámicos han llegado a posicionarse como tal? Generalmente, sustentan sus discursos en culpar a las sociedades modernas occidentales de los problemas sociales que las aquejan. Entre los que se hace recurrente la desintegración familiar y degradación del modelo ideal-patriarcal, que conciben como natural. Además, algunos de sus mensajes son bien recibidos ya que apelan al sentimiento de esperanza y estabilidad frente a la diversidad de opciones caóticas procedentes del mundo moderno-occidental.

En resumen, el fundamentalismo islámico sitúa la defensa del modelo patriarcal-heterosexual como una de sus principales prácticas; auspiciada por las limitaciones y distintas formas de violencia y discriminación antes referidas. Como expresan Saba Mahmood y Charles Hischkind en Feminismo, fundamentalismo islámico y la política de la contrainsurgencia haciendo alusión a los sucesos del 11 de septiembre de 2001:

«Sea lo que sea que los asesinos estaban tratando de lograr, parece improbable que construir un mundo mejor fuera parte de ello. Los fundamentalistas quieren derrumbar mucho más que edificios. Esta gente está en contra de -para ofrecer una breve lista- la libertad de palabra, un gobierno responsable, los judíos, los homosexuales, los derechos de las mujeres, el pluralismo, el secularismo, las camisetas cortas, el baile, el no tener barba, la teoría de la evolución, el sexo».

De manera que pareciese que quienes acepten la religión islámica, se condenan, al mismo tiempo, a vivir en un mundo intolerante, autoritario y misógino. Ello les permite a los fundamentalistas islámicos ejercer control sobre la sexualidad y la familia, aspectos que de otra forma quedarían fuera de su alcance. Así pues, el ámbito de socialización de la mujer queda limitado a la esfera familiar; garantizando mantener dichos códigos en las próximas generaciones. Por su parte, la arremetida contra la comunidad LGBTQI se justifica a partir de que el modelo patriarcal precisa de la supremacía del varón heterosexual para subsistir.

En orden de mantener todas estas condiciones, los fundamentalistas islámicos controlan los programas educacionales. Esfera en la que también existen muchísimas limitaciones para la comunidad femenina. Lo peor es que manipulan la situación empleando un discurso que aparentemente favorece a la mujer. En ese sentido, argumentan que, si la mujer no sale de casa, entonces no será víctima de ataques (sexuales o físicos), violaciones, acoso o alguna forma de abuso.

Lo cierto es que el imaginario popular de la mujer y de la religión misma de los fundamentalistas islámicos es indudablemente misógino. Establece y legitima una rígida división de roles; en la que el hombre está destinado a asumir cargos en la esfera pública, en tanto la mujer queda relegada a la vida doméstica. Haciéndoles creer que la incorporación de la mujer al empleo, participación ciudadana y vida pública de la sociedad conducirá a una crisis de la masculinidad.

Esta ha sido la realidad de las mujeres islámicas durante generaciones. Hoy, en orden de hacer frente a la situación descrita con anterioridad, se desarrolla un movimiento feminista islámico. No se trata de un movimiento incipiente, sino que emerge con fuerza en el plano internacional y cuenta con discursos inteligentes y representativos de la causa. Se basan en el verdadero espíritu igualitario de la religión islámica, o sea, en el mensaje del Corán de igualdad hombre-mujer en tanto seres humanos. Queda así demostrado que la supremacía del varón y defensa del modelo patriarcal son construcciones fundamentalistas y no de la religión en sí misma. Este, no obstante, será un tema por profundizar en próximos trabajos.

Bibliografía

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4 Comments

  1. los articulos de Rachel son los mejores de esta revista , vivo en Europa y leo su revista con frecuencia pero Rachel esta muy adelantada a su epoca, que bien explica su opinion , muy bien Rachel espero con impaciencia tu nuevo articulo , me gustaria que hablaras de motivacion sobretodo en estos momentos tan dificiles para todos, saludos desde europa

  2. Es increíble cómo se mal-manejan conceptos en este texto. No sabes definir la diferencia entre islam y fundamentalismo y conceptualizas al fundamentalismo con rasgos del islamismo -un concepto que no mencionas y que difiera del «islam»-. El resultado es que pretendes salvar a la religión pero la atacas. Te refieres a las musulmanas como pertenecientes a una cultura y a sus tradiciones, lo que un lector común leería como musulmanas árabes, entonces donde quedan las musulmanas norteamericanas, o latinas?? Sabes que Rusia es el país de Europa con más musulmanes? Cuáles es la cultura de las musulmanas rusas??.
    Precisamente uno de los ejes del discurso islamófobo es la generalización de la comunidad islámica mundial como una sola, homogénea, ignorando completamente el pluralismo étnico-cultura-identitario que hoy compone a las comunidades islámicas en el mundo.
    Pretendes salvar el islam y dices que estaría mal culpar a la religión de misoginia pero conceptualizas el fundamentalismo como interesado en volver a lo que enseñó Muhammad -utilizo la transliteración correcta ya que Mahoma es un término denigrante utilizado en un contexto histórico específico, investígalo-. Si el islam es lo que enseño Muhammad y lo que establece el Corán, cómo el fundamentalismo es lo mismo y cómo el islam no avala la misoginia y el fundamentalismo sí?? De nuevo, no estableces la diferencia.
    Lamentablemente creo que el texto tiene muchos vacíos y muchos errores de conceptualización, y sin intención, reproduce lógicas islamófobas para construir el discurso. Recomiendo encarecidamente revisar el Observatorio de Medios contra la Islamofobia, porque este texto no es ejemplo de buenas prácticas.

  3. Muy interesante y novedoso. Coincido con la autora cuando subraya que este tipo de análisis debe realizarse necesariamente desde un posicionamiento multicultural, que tenga en cuenta los valores identitarios musulmanes. Muchas gracias Rachel por facilitarnos ser un poco más culta. Nuevos éxitos.

  4. Sigue profundizando en esa cuerda. Te sugiero que indagues sobre la polisemia transcultural del velo. La tendencia de la civilización euronorteamericana es a descubrirlo. Eso me recuerda la tradición abrahámica de las revelaciones. Sin embargo, son muchos los llamados y pocos los escogidos: Tanto la verdad como la belleza solo la merecen los dignos de la felicidad de su experiencia.

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