El Fin del mundo y otros poemas

Roberto Baquerizo
agosto 13, 2020
Kelly Sikkema
Foto por Kelly Sikkema

bruja con duende (óleo)

Yo soy el que se roba los peces que la luna recita,
soy el que apachurra los sapos porque le dan gracia,
como la ola furiosa que se estrella y no cicatriza
en el océano que se envuelve como una lengua larga.

Y tengo un borrón en el ojo, una onírica fragancia,
un circulito de amnesia en mi jardín de colores,
una luciérnaga loca embrujeciendo dragones,
una princesa en un árbol que deshoja su importancia.

Y es que soy el ritual, soy la Morsa arquitectónica
de los que nunca aprendieron a disimular la jaqueca,
soy el diamante filudo que se extiende al horizonte:
la paranoia del mundo,

tu calavera con flores.

Porque a veces la noche es tan violenta que te hechiza,
y a veces es tan duende: como una bruja en las pestañas,
hay noches en que viene a entenebrecerme con sus avispas
en el desierto que se envuelve como una sábana blanca.

Y me trae en sus manos un bosque, mi melancólica infancia,
un universo desnudo retorciéndose en la orilla,
un caracolito que explota y se estrella en su mejilla
por no poder tocarla, por no poder hacerla magia.

Y no sabe que es la Morsa, que es el ritual arqueológico
de los que nunca quisieron navegar con los mediocres;
un paraíso sin puertas desvaneciéndose en mi niebla:
la calavera del mundo,

mi paranoia con flores.

te extraño

Te extraño…
tan secretamente mío.
El único…
tan ajenamente tuyo…
aunque a ratos llueva ácido
y se canse la mente.

Como de caucho…
en íntima comunión.
Eterno y…
desesperado…
malditamente cansado,
como al resto de la gente
que le cierran los candados.

Si las sirenas me avisan que ya llegas…
pero te vas.

Si las estrellas esperan ser mundos
lejanos;
los mancos ya no quieren ser zurdos
y los niños nos quedamos sin derechos
humanos;
como que el pueblo se quede sin fútbol
y los siameses no sean hermanos.

A veces a uno le da por no ser justo,
a veces nomás.

Solíamos teletransportarnos…

pero te vas.

saturno

Mi inmediata alma:

suelta las amarras de lo que gime entre tus dientes,
bebe sangre de un quijote que derrama resplandores,
derrite de vuelta al sol,
diamante extravagante,
violeta,
mueren nobles recubiertos de poetas,
mueren héroes de bonaparte violeta,
ahí van algunos en recovecos tan dragones,
mata de vuelta al sol,
pirámide andante,
rojiza,
libera las visiones de los que marchan en tu frente,
siniestro es el oleaje que te escupe y me salpica,
chapulete con alas de sol,
luciérnaga errante,
plateada,
bendita es la hoguera de la serpiente en mi mirada,
vagabunda ceremonia en mis delirios calavera,
burbujita capturada en mil tambores,
bautizo de lágrimas de Sol.

Realeza…

corona de extática simpleza.

el fin del mundo (acuarela)

Tan solo.
¿Me ves?
 
De vez en cuando se me antoja una tormenta,
corro a comprar cigarros…

hago mis maletas y pienso en ti…

Porque por aquí sólo hay mundo,
mejor le vendo el alma a una bruja…

y me escondo…

de aquel que muerto vive en mí.

mis carriles son mordiscos

Mis carriles más veces penetran
por la curvatura de tu impaciencia
que lo que tardas cuando te mojas
en verdaderamente completarte.

Eres un iris en el arcoscuro
que por tu noche mis carriles forman,
debo reconocerte la ideología…,
(¡grrrraarrrrrr!)
tu corazón que muerdo cual manzana.

Sigo frío y apenas invoco tu
nombre al transportarte a la espesura,
dejo que toda tu fisonomía humana
se desvanezca a lo que aprieto fuerte.

Ven a morderme el griterío que
ya no quiero que goces por mi culpa…

Sueño con tentar a tu utopía a
que por mis carriles te recorra.

luna en soneto

La luna se te aparece en el cuerpo
así como se aparece en el agua,
la luna como en un lienzo en tu espalda
recorre infinitudes
en el puerto.

La luna cual burbuja en el recuerdo
se acuesta bocarriba en tu barriga,
recita su soneto en tu mejilla,
escribe su poema,
que es tu cuerpo.

De noche la laguna es un espejo
donde se deforman las burocracias:

en la farmacia del punto de fuga.

De noche la laguna es un soneto,
colgando y reflejándose en el cielo:

como agua va la luna por tu cuerpo.

 

en el cielo

En el cielo yo sé que hay una Bruja
y sé cuando suspira y sé cuando me toca,
sé cuando sostengo sus pañuelos de muñeca
derramándose todos
de tanto adormecida por enmendar la Huella…
porque el Cielo está triste
porque vaya hacia ella…

hacia el cielo en donde sé que hay una Bruja
y sé cuando asolea y sé cuando es de luna,
de luna confundida y que sonríe soplándote
sus vientos en coro
de tanto adormecida por sostener la Seña…
porque el Cielo es de ella…
porque me entre a su estrella…

a esa estrella en donde sé que hay una Huella,
a esa Seña en donde sé que hay una luna,
a esos ojos que yo sé cuando hay lagunas
derritiéndose todas
de tanto adormecida por levantar la Arena…

porque el Cielo es a esos ojos…

a esos ojos que yo sé que hay una Bruja.

solve et coagula

ahora yo voy a escribir una casa,
un ciclo de sol, de lluvia y de sequía,
de montaña y cascada.

ahora yo voy a pintar una pared
con colores de monte, con mármol de familia
de un rico y un pobre.

ahora yo voy a escupir una canción
apretujada a un árbol, marea alta y marea baja
de un chico y una chica.

ahora yo voy a sembrar ese árbol
decidido a ser, a ser lo que se sea
de silencio o palabra.

ahora yo voy a vivir lo que he vivido
ya muchas veces, otras vidas
de sustancia primera.

tú solo

Y de pronto en medio viaje sientes que alguien te acompaña, sientes que alguien está ahí contigo…

Pero no es que está parado al lado tuyo, sino que está adentro tuyo, compartiendo aquel reducido espacio inexplicable donde pensaste que sólo tú hubieras cabido, en donde juegas al marketing y a la publicidad con aquello camaleónico hacia lo cual tu personalidad se va derritiendo, en donde conduces ‘Él’ vehículo, que eres tú mismo, porque te gusta conducir el robot, que también eres tú mismo, porque tú también eres tu cuerpo, aunque no estés ahí, y lo mismo es con la ciudad, te gusta conducir tu cuerpo por la ciudad, que también eres tú mismo, porque la ciudad también es tu cuerpo, y tú también eres tu cuerpo. Tú mismo.

Hasta que de pronto alguien sin decirte nada te dice que está ahí contigo, alguien que no puede hablar porque es tan invisible como tú, alguien que se evapora en cuanto tratas de agarrarla, alguien súper inexplicable, alguien mujer, alguien que es sólo Ojo y a veces sólo Voz, aunque no pueda hablar; alguien que está ahí contigo, sin decirte por qué.

Tú sabes muy bien quién es y no necesitas preguntárselo. A veces es el Ángel, aquella que te manda sus fotografías, y tú no puedes hacer más que compartirle toda tu belleza, porque tú no eres el Ángel, tú eres un eslabón más en una cadena muy larga, tú anuncias la llegada del Ángel, a voz en grito, y te pintas la cara y te pintas el cuerpo de rojo, pintas la ciudad, la pintas a ella, al Ángel. Porque tú estás ahí, tú estás en ella. Tú mismo.

Aunque a veces es la Bruja, a quien le entregas tus fotografías, a veces la Bruja está en el mundo y tú no haces más que recolectar su rostro que se ha esparcido por doquier en pequeños pedacitos de vidrio, y tú te reconcilias en ella, contigo mismo, con la ciudad, porque la Bruja está en el mundo, y el mundo es tu cuerpo, y tú también eres tu cuerpo. Te reconcilias con el mundo porque ella está en el mundo. A veces la Bruja está en el mundo, y tú también eres el mundo, y tú también eres la Bruja, y te pintas los ojos y te pintas la boca de violeta, pintas la ciudad, la pintas a ella, a la Bruja. Porque tú estás ahí, tú estás en ella. Tú solo.

Y la buscas, la recoges, y la vuelves a armar. Tú mismo.

Sólo para que ella sepa que tú también estás con ella.

A veces.

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