Los aportes de la cultura cubana a la ciencia ficción.
Erick J Mota
Cuba, un lugar con una historia cultural, un desarrollo político y una relación con la tecnología única en su tipo.
Cuando analizamos la ciencia ficción solemos dar prioridad a la ciencia ficción anglosajona, pionera del género y líder dentro del mercado literario. Luego llegan los estudios sobre ciencia ficción francófona, checa o ruso-soviética. Cuando llegamos a la ciencia ficción en español suele hablarse de autores del género en España y autores en América Latina. Poco o nada se dice de la ciencia ficción cubana más allá de que ha contado con influencias norteamericanas y soviéticas a un tiempo. Detalle pintoresco pero en el que no se profundiza mucho en términos de su aporte a la ciencia ficción global.
La cultura cubana no es la simple suma de las diferentes culturas que han convergido en la isla. Si bien la combinación de la cultura africana, europea e indígena ha creado una mezcla única, la isla del Caribe posee una cultura propia que la diferencia incluso de naciones latinoamericanas con iguales influencias.
No puede dejarse pasar por alto que el pasado cultural de cada país se proyecta igualmente en su literatura fantástica. La manera de proyectar diferentes conceptos como la relación entre el bien y el mal, la muerte o la moral están relacionados con la cultura propia de cada país. La influencia europea aportó a Cuba la filosofía y la moral cristiana. Del mismo modo que en el resto de América Latina la relación difícil entre el bien y el mal católico se proyecta en la literatura del mismo modo que la férrea moral cristiana defensora acérrima de las «buenas costumbres», la heterosexualidad y la monogamia.
Pero por otra parte la cultura africana que se estableció en la isla fue mayoritariamente proveniente de la etnia yoruba. A diferencia del resto de América que tuvo una influencia cultural africana proveniente de naciones con creencias religiosas politeístas la cultura yoruba era monoteísta, abstracta y en extremo basada en las matemáticas.
Convenientemente disfrazada de catolicismo la etnia yoruba introdujo, primero en las demás naciones africanas con que compartía esclavitud y después en toda la nación, toda una nueva filosofía que contradecía los preceptos judeocristianos tan fuertes en otras naciones americanas. La moral no estaba basada en el miedo a un castigo divino o en un estado de naturaleza infernal más allá de la muerte sino más bien con un sistema de responsabilidades orientado a achacar el mal recibido en vida no como una prueba de parte de Dios sino como una consecuencia del restablecimiento del equilibrio del mundo. Los conceptos como Iré y Obbsorbo (equilibrio y desequilibrio) se oponían a la lucha entre Dios y el Diablo legadas por los europeos.
Por su parte, la cultura indígena si bien casi extinta y poco mencionada en la literatura influyó en la nación de un modo velado. Con unas creencias orientadas a la lucha entre el caos y el orden y sin poder establecer claramente qué deidades eran «buenas» o «malas» y con una serie de leyendas plagadas de relaciones incestuosas y homicidios familiares la moral taína contaminó el resto de las influencia creando algo más que la mezcla de estas tres culturas.
Casos como el de Denis Mourdock con su colección de relatos En la boca del lobo, donde proyecta dentro de la estética cyberpunk con elementos de la cultura africana de origen bantú conocida como regla de palo o Palo Monte. O la novela Habana Underguater (del autor de estas líneas) que profundiza en la cultura yoruba dentro de una estética igualmente cyberpunk son ejemplos de obras que se aproximan al futuro de un modo diferente a partir de un bagaje cultural esencialmente distinto del trasfondo de la ciencia ficción internacional.
Con abstracciones diferentes, un desarrollo histórico y político único e influencias culturales tan variadas como la literatura de ciencia ficción soviética, la filmografía de este género norteamericana y la animación japonesa la ciencia ficción cubana se aleja radicalmente de los estereotipos conocidos de la ciencia ficción.
Esta ciencia ficción particular y única en su tipo pudo pasar desapercibida desde la década de los años sesenta. Primero porque el bloque socialista no estaba interesado en exportar su cultura y segundo porque a nadie en las naciones desarrolladas le interesaba (o desconocía) la ciencia ficción de un país del tercer mundo, comunista para colmo.
Trabajadora social o El equipo campeón, de Yoss y El sueño de Vero de Alejandro Rojas son ejemplos de historias con otros sentires. Centradas en el fracaso social y la incompatibilidad tecnológica. En un terreno donde las promesas del futuro no se cumplieron y el presente es adverso. Todo sin que cayeran las bombas atómicas.
Al tener la realidad cubana una relación muy particular con la política; la proyección cubana hacia el futuro es marcadamente diferente. De ese modo las utopías/distopías, las historias post apocalípticas y la figura del dictador varían de forma radical a como se plantea en la ciencia ficción internacional.
El año 200 de Agustín de Rojas, plantea una utopía socialista clásica, al puro estilo de Iván Efremov, pero que con el desarrollo de la trama aparecen elementos distópicos bien diferentes a los clásicos vistos en Mil novecientos ochenta y cuatro, Un mundo feliz o Nosotros. Este tipo de utopía que muta en anti utopía no tiene precedente en ninguna obra del género escrita en el mundo desarrollado. Debido fundamentalmente a que es diferente escribir sobre distopías cuando no se vive en una, cosa que le pasaba a George Orwell. Agustín de Rojas publicó su novela en 1989 y marcó una diferencia tanto con Huxley y Zamiatin como con los defensores de la utopía socialista al puro estilo de La nebulosa de Andrómeda.
El territorio de la ucronía es un subgénero poco explotado desde que Philip K. Dick escribiera su magistral Hombre del alto castillo. Posiblemente al tratarse de un subgénero incómodo para países orgullosos de su historia y su independencia existen pocos capaces de soñar con mundos donde el sur le ganó al norte en la guerra de secesión o que los nazis llegaron a conquistar el mundo. Pero si la ucronía se desarrolla en un país donde existe una gravedad en el tono con que se cuenta la historia nacional y se colocan a los héroes en altares casi religiosos, entonces escribir ucronías en Cuba se vuelve algo parecido a un deporte extremo. Cuestionar los intereses de los mambises en las guerras de independencia o explorar lo controvertido en la figura de Ernesto Che Guevara puede ser también un ejemplo a seguir por la ciencia ficción global que ha perdido el espíritu de criticarlo todo. Hasta lo más sagrado.
Conclusión.
Así pues, podemos concluir que tras la crisis de ideas en el género no significa el fin de la ficción desarrollada en el futuro. Los escritores están obligados a variar las temáticas y buscar nuevos horizontes. Nunca un momento fue más propicio para dejar atrás ideas colonialistas respecto al carácter de la ciencia ficción como literatura exclusiva de los países desarrollados productores/consumidores de alta tecnología. Del mismo modo que los escritores de países de pobres deben dejar atrás el sentir colonial de pensar que solo tendrán futuro las historias que imiten la ciencia ficción de los países ricos.
La literatura de ciencia ficción de la mayor de las Antillas no solo no podrá ser ignorada por más tiempo. Ha llegado el momento de redefinirla en función de estar acorde con nuestra propia cultura y nuestro desarrollo histórico. Visibilizar una literatura, y de paso una cultura, como la cubana lejos de ser un fenómeno localista se trata de aportar con nuestro sentir al desarrollo de la cultura global.
Bibliografía.
Mourdock, Denis. En la boca del lobo.
Mota, Erick J. Habana Underguater.
Yoss. Trabajadora social. (Relato)
Yoss. El equipo campeón. (Relato)
Rojas, Alejandro. Relato. El sueño de Vero. (Relato)
de Rojas, Agustín. El año 200.
Efremov, Iván. La nebulosa de Andrómeda. Tumannost Andromedri.
Orwell, George Mil novecientos ochenta y cuatro. Nineteen Eighty-Four.
Huxley, Aldous. Un mundo feliz. Brave New World.
Zamiatin, Yevgeni. Nosotros. My.
Dick, Philip K. El Hombre del castillo. The man in the high castle.